Me he roto mientras sostenía tu cuerpo, por no poder sostenerte a tí.
Retumba en mi latido el grito de ayuda, al que nadie acude, porque no hay forma de prestarla.
He querido permanecer tranquila y serena, tras volver del abismo, pero me despierta el miedo, al anochecer.
Cada mañana empiezo a buscar tu aliento, no estoy ahí y tú tampoco.
Persigo la alegría para robarle el recuerdo de tu risa, pero me ha golpeado tu fragilidad y el olor amargo de la pérdida.
Ceda vez menos tu otro tú, cada vez más este nosotras.

